Martin Scorsese: El cine, el tiempo y su medida.

Scorsese nos recuerda que las películas están vivas. Mucho de lo que vemos hoy en día está destinado a una temporada, algo corto, en donde la inmediatez le juega una mala pasada a la espectacularidad. Nombres que de pronto se pierden en medio de uno y otro y otro estreno, en pantallas gigantes, en pantallas de streaming, en nuestros celulares. Pero las películas siguen ahí, siguen vivas. Por eso su indignación frente a aquellas películas que no quieren sobrevivir.

  1. Hay un niño ahí

Hace un tiempo, mi amigo y crítico de cine Quintín me hizo notar, luego de una acalorada conversación sobre nuestros directores favoritos, que mi interés por Scorsese tenía que ver con que “Él es un director de pasión y muerte, así como John Ford lo es de navidad. A ti te gusta eso de la flagelación”. Esta sentencia, que estaba más cerca de las bromas que me suele gastar a propósito de mis inclinaciones hacia los mitos cristianos, ocultaba algo que no deja de ser cierto. Scorsese es, en efecto, un director de cine más interesado en la pasión y muerte de sus personajes, que de su resurrección. Algo parecido a lo que le ha pasado a él mismo.

Partamos por el principio. Un pequeño Marty, obsesionado con las películas que su padre le lleva a ver al cine y a la vez, por la profunda tradición católica de su familia, opta por un camino extremo: quiere ser sacerdote. Evidentemente, esa no es la ruta final. Renuncia al seminario, estudia cine y comienza un largo periplo entre cortometrajes, películas que logran hacerse, producciones con las que no queda conforme, y luego, las películas que se convierten en leyendas. Entremedio, drogas, más drogas, matrimonios, más películas. Todo esto, combinado, explotado, conocido, se convierten en el germen de lo que después nos entregará al Scorsese que vemos actualmente, el que se ríe, el que se enoja con el cine de superhéroes, el que escribe cartas y da a conocer su pasión profunda por el arte cinematográfico.

Esa pasión, no lo sabremos nosotros, no es gratuita. Volvamos al niño maravillado con las películas que ve en televisión, los westerns que ve en el cine, mientras batalla con su asma. El amor por esas imágenes en movimiento va a formar una base cinéfila que va a ser envidiada y conocida por todos. El niño hace storyboards con producciones que incluyen a sus ídolos de la pantalla: Marlon Brando, Alec Guiness, Richard Burton. La pasión por el cine, tal como comprenderemos después, no es algo que se lleva en la sangre, sino algo que puede ser aprendido, modelado, incorporado en nuestras vidas.

  1. No hay casualidades en la cinefilia

Mi generación, la que nació en la década de los 70, vio sus primeras películas guiada por el Hollywood que nos enseñó Spielberg, George Lucas, Coppola, Scorsese. No conocemos el mundo sin ellos. Nuestra formación está ahí. Probablemente con el tiempo fuimos derivando hacia otros lugares, con mayor o menor entusiasmo, pero esa marca se nos hace imprescindible. Scorsese, al igual que sus compañeros de generación, tomó los elementos que habían convertido al cine en el arte que es hoy y lo desplegó sobre sus películas. Sin embargo, en ese camino, y en una búsqueda que nos gustaría ver en todos lados, Martin escudriña, pregunta, rescata, da a conocer. Los clásicos nos enseñaron que el director de cine es un ser todopoderoso. Por el contrario, Martin no deja de preguntar, una y otra vez.

Tal vez por eso, las películas de Martin Scorsese nos resuenan tanto. Las cumbres de su cinematografía están a la vista, siendo películas que han tenido más o menos popularidad, pero siempre capaces de hacernos las mismas preguntas que Marty – disculpe el atrevimiento, pero tras tantos años, me parece bien llamarle Marty - parece hacerse a sí mismo. ¿Cuál es la condición final? ¿Con qué clase de escollos nos podemos encontrar? ¿Esas trabas, van a significar algo al fin y al cabo?

  1. Un dios que pueda escuchar.

Las películas de Scorsese son de pasión y muerte, pero no de resurrección. No porque no sea necesaria, sino que porque a sus personajes simplemente no les interesa. Sus personajes viven un fulgor que se apaga rápidamente, fulgor del cual rara vez se arrepienten, y por lo mismo, no quieren redención. “Es lo que es”, nos dice Russell Bufalino en El Irlandés, asumiendo que lo que es, lo que somos, es algo de lo que no nos vamos a deshacer tan fácil. Si es así, ¿qué sacamos con arrepentirnos y pedir clemencia?

Probablemente esa misma pregunta es la que se hace Scorsese, elemento que se ha hecho patente en sus filmes. Su acercamiento a la religión puede ser tangencial – Toro salvaje, Taxi Driver, Casino, Goodfellas – pero también frontal, tal como lo demostró en La última tentación de Cristo, Kundun y Silencio. Porque una cosa es que sus personajes no quieran redención, pero ¿Qué pasa con el autor? ¿Qué está pasando por tu cabeza, Marty? ¿Qué tan rudo te pegaron tus años en el seminario?

Me gusta pensar que el amor por el cine también constituye una forma de fe. Una igualmente compartida con otros, en que la comunidad es un imprescindible para poder entender el cine. Vemos películas en nuestras casas, pero nada se compara a la sensación de estar con más gente – conocida, desconocida – viviendo los acontecimientos en pantalla al mismo tiempo. Tantas personas al unísono riendo o manteniendo silencio, nos recuerda a esas primeras proyecciones de los Lumiere, en donde todos los asistentes gritaron y agacharon la cabeza frente a la imagen del tren llegando a la estación de La Ciotat. La fe exige interés por quien tenemos al lado nuestro. Scorsese lo sabe, y por lo mismo, se debate entre el dios con el que se crió y este otro dios, el cine, que él mismo ha ayudado a modelar.

  1. Las películas son vida.

Scorsese nos recuerda que las películas están vivas. Mucho de lo que vemos hoy en día está destinado a una temporada, algo corto, en donde la inmediatez le juega una mala pasada a la espectacularidad. Nombres que de pronto se pierden en medio de uno y otro y otro estreno, en pantallas gigantes, en pantallas de streaming, en nuestros celulares. Pero las películas siguen ahí, siguen vivas. Por eso su indignación frente a aquellas películas que no quieren sobrevivir.

¿Hay películas de Scorsese que estén destinadas al olvido? Sin duda. Es imposible que nuestros ídolos puedan generar sólo obras de arte. Pero hay algo de lo que podemos estar seguros. Para Marty, las películas son vida, y, por lo tanto, las respeta como tales. Las películas son vida, las películas nos salvarán la vida, y directores como Martin Scorsese nos harán conscientes de ello. Alabado sea.