La invención & la herencia (4): No (se) pasen películas
Ver una correspondencia entre la acción de la multitud payasa en Joker y la movilización actual en Chile es sin dudas tener una óptica de derechas, así como los que ven que entre Ema y las movilizaciones hay sintonía. Nada más alejado de la realidad, es mirar el fenómeno desde tan lejos que se ve todo igual, no entender realmente por qué la gente está en la calle exigiendo su dignidad. Son días sin películas, perdón el reciclaje, pero la realidad supera a la ficción, pareciera que todo acto dramático fuese demasiado, para qué con todo lo que está pasando.
Ya ha sido señalado y es válido decirlo nuevamente: Joker fue la última película estrenada -por lo menos a nivel nacional- antes de que empezara todo esto. Una correspondencia curiosa, allí también la clase alta concentra la riqueza y con su poder oprime a los pobres. Pero el pueblo de Joker es radicalmente contrario al chileno, se acomoda detrás de una máscara y no hace más que destruir sin elaboración. La máscara provoca que los sujetos pierdan su individualidad y por tanto los uniforma el símbolo o el acto. Ese pueblo uniforme, esa masa homogénea, bordea una visión de derecha en cuanto no se pueden esgrimir grandes diferencias en el tratamiento mediático de CNN y el de Todd Phillips respecto a la masa. El pueblo sin voz, sin propuestas, sin construcción previa, reaccionario, una masa que se activa de pronto, espontáneamente. Como si nadie hubiese hecho nada hasta ese momento. El intento de quitar al pueblo su historia también pretende esconder la justificación -y organización- que tiene para la acción.
Las demandas del pueblo chileno, en cambio, son visibles desde los primeros días de movilización. Se han agrupado en cabildos, asambleas, marchas y concentraciones. Fueron y siguen siendo millones los que ocupan la Plaza Italia con carteles, rayan las paredes, rompen las estatuas y gritan en conjunto. Las consignas están, las propuestas y demandas también. La masa en Joker no tiene esto, ya sea porque la película se vuelca al psicologicismo de su personaje o porque justamente se busca homogeneizar el descontento. La semana pasada hubieron marchas todos los días y cada una convocada por una organización distinta, ya sea la Cut, Confusam, Confech, Aces, Anef o No+AFP, las demandas y caracterizaciones son distintas. Parte de la fuerza colectiva se apoya en la articulación de esas diferencias. ¿Será por eso que no hemos visto tantas máscaras de payaso mientras que la publicidad de la película sigue allí?
Hace unos días circuló un afiche, claramente elaborado por personas de derecha o la ‘inteligencia’ de los pacos, donde se llamaba a una concentración violenta bajo la consigna “ven con tu máscara”. Fueron muy pocos, mientras los medios esperaban darse un festín con una ola de enmascarados atacando La Moneda. Nadie tardó mucho en evidenciar que dicha convocatoria era un montaje. ¿Por qué fue tan simple? Porque se notaba demasiado, como el paco infiltrado con polera del Che Guevara y kuffiya. Ver una correspondencia entre la acción de la multitud payasa en Joker y la movilización actual en Chile es sin dudas tener una óptica de derechas, mirar el fenómeno desde tan lejos que se ve todo igual, no entender realmente por qué la gente está en la calle exigiendo su dignidad.
Tampoco pareciera entender eso Pablo Larraín. Un diagnóstico fácil sería culpar a su extracción de clase, no en vano es hijo del ministro de un gobierno criminal. Pero el tema es más profundo. Hace pocos días suscitó polémica el hecho de que tanto el director como la productora Fábula aprovecharan la coyuntura para seguir promocionando la película Ema. Un desatino total. Pero no lo es solo porque muestra el oportunismo frívolo de la publicidad, lo es también porque tanto Larraín como Fábula creen, así como los que ven correspondencia entre Joker y el escenario actual, que entre Ema y las movilizaciones hay sintonía. Nada más alejado de la realidad.
Ema es una bailarina de clase alta, que se rodea solo con gente de dicha clase. La película comienza con ella quemando un semáforo en Valparaíso, nadie tiene idea por qué, tampoco se sabrá nunca. La pulsión incendiaria de Ema es un fetiche aburguesado, una descarga sin sentido. ¿Ataca al Sename que le quitó a su hijo quemando semáforos y autos? Lo que mueve a Ema es un plan macabro sumamente egoísta en el que entromete a toda persona que la rodea, es un rodeo para satisfacer un deseo frustrado.
Según Larraín, Ema encarna a la generación millennial, pero se le olvidó decir de qué estrato socioeconómico estaba hablando. Porque, si bien los secundarios de hoy son algunos años más jóvenes que los millennial, los partícipes de los movimientos del 2006 y 2011 sí lo eran, los deudores del CAE también. La solidaridad, la valentía y la rebeldía de los estudiantes es algo que Ema y Larraín probablemente consideren sentimientos lejanos, Ema hizo todo por llevar a cabo su plan y pareciera que a Larraín en esta coyuntura le importa más promocionar su película que otras cosas más importantes. La clase tira más que la distancia generacional, algo que bien saben los secundarios.
Por otro lado los cines multisala de Santiago ya abrieron en su mayoría y probablemente los estrenos internacionales se reanuden el próximo jueves. La industria quiere volver a la normalidad, quiere seguir el negocio, vender cabritas y muchos fuegos artificiales. Joker sigue en cartelera. Mientras tanto los cines independientes/alternativos permanecen casi cerrados, casi todos ubicados en el centro, en medio de balazos y lacrimógenas. El Alameda, Normandie, Biógrafo, Cine UC están ubicados en lugares donde es imposible tener alguna certeza de que no llegará un paco con su toxicidad. Para qué decir la Cineteca Nacional, en el subterráneo de la cocina de las violaciones a los DD.HH. ¿Podremos volver a ella sin sentir rabia o miedo?
Son días sin películas, perdón el reciclaje pero la realidad supera a la ficción, pareciera que todo acto dramático fuese demasiado, para qué con todo lo que está pasando. Para mí está bien que sea así, que los cines del centro se vean afectados por la movilización. ¿Se sentirían bien pudiendo abrir con normalidad? No lo creo, porque, al contrario de los administradores de Hoyts y similares, les antecede una ética, una idea del cine, del arte y de la sociedad. Espero no estar equivocado.
Los estrenos se han suspendido o demorado porque no son tiempos de publicidad y promociones. Las Cruces (de Teresa Arredondo y Carlos Vásquez), Los Reyes (de Bettina Perut, e Iván Osnovikoff) y Haydee y el pez volador (de Pachi Bustos) son tres películas profundamente políticas que si bien tienen temáticas y reflexiones que siempre vale la pena ver y escuchar, dos de ellas incluso apuntan directamente a la impunidad. Pero saben que no es su tiempo, que no corresponde estrenar una película en este contexto donde la acción debiese estar en otro ámbito. Además de esto, los cabildos audiovisuales y culturales se multiplican por las regiones del país, los llamados a no volver a la normalidad se diseminan por todos lados. Mientras tanto los cines multisala insistirán en volver a las utilidades y los fanáticos del Joker a sus conspiraciones adolescentes. Pero no (se) pasen películas, no aún, que esto no ha terminado y le queda bastante.