Luis Ospina (1949-2019): El archivo infinito

Mis encuentros con Luis Ospina comenzaron el año 2008 en Buenos Aires en el marco de BAFICI. Ese año, dentro de una programación impecable, se mostraban dos películas que me marcarían de ahí en adelante: Un tigre de papel (2007) y la mítica Agarrando pueblo (1977). Es posible haya sido el año, aunque también mi edad, la sorpresa descubrimiento de su obra cayó como un meteorito en mi cánon cinéfilo. No escribí nada ese año sobre Ospina o la película, pero quien estuvo atento fue Juan Eduardo Murillo quien realizó una entrevista que publicamos ese año en laFuga. Tengo el recuerdo de la experiencia de visionado de Agarrando pueblo como algo fundamental. Era un filme que reclamaba cinefilia, astucia y consciencia crítica en un momento de reenfoque y apertura de lo que conocíamos como “cine latinoamericano”. Lo primero: una crítica al miserabilismo del cine de explotación for export. Una crítica que alertaba de los abusos de representación que de ahí en más se sostenía como un piso mínimo ético y político para el cine, en un impacto que fui descubriendo solo al pasar de los años. Por otro lado, Un tigre de papel era otro balde de agua fría: film collage-parodia sobre las vicisitudes de la historia latinoamericana y colombiana, un ensayo sobre arte y política desde una mirada melancólica, nihilista y no exenta de humor.

Por estos años me obsesioné con AP y el trabajo del grupo Cali. Al poco andar empezaron a aparecer los otros elementos: el “boom” de la obra de Andrés Caicedo (en lo que Ospina también estuvo involucrado), el “gótico tropical” cultivado por Mayolo, y la circulación de Ospina en cada vez más festivales de cine de todo Latinoamérica, incluyendo el foco que se realiza el año 2009 en Fidocs. Ese año pude hablar con él, nos enteramos de muchas cosas más: una de ellas de su amistad con Raúl Ruiz (de quien estuvo siempre agradecido por haber asistido a la proyección en Francia de AP como relató en un lindo texto escrito para el fallecimiento de Ruiz) y la realización de un filme en conjunto: Capítulo 66 (1994). Otra cosa que apareció ese año en Fidocs fue lo extenso de su obra documental, donde destacaban entre muchas piezas La desazón suprema (2003)  y toda la serie de trabajos sobre la ciudad de Cali. En una noche de mucho alcohol recuerdo haberle presentado a Carlos Flores del Pino, convencido que AP tenía un vínculo mayor con su Charles Bronson chileno (1976).

Pasaron un par de años. Recuerdo entre medio haberme conseguido un dvd de AP para darla en clases. Este DVD me lo copiaron en Argentina: Javier Campo y Pablo Piedras. Al poco tiempo Ospina liberó todo su material en la web y ya empezaba él mismo a preocuparse de su archivo que empezó a sistematizar en su propia página web.

Durante los últimos años Ospina era habitual de FicValdivia y Bafici donde varias veces estuvimos compartiendo en alguna mesa. Recuerdo un encuentro en Buenos Aires, el año 2014. Aquí me concedió una entrevista sobre AP por que yo estaba decidido a integrarla en mi tesis de doctorado. Con generosidad y paciencia respondió todas mis preguntas que a esa altura ya debían haberle hecho unas mil veces. Luego de ese año, empezamos a vernos más.

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2015: me encuentro programando en FICVIÑA y decidimos hacer una retrospectiva y homenaje. Organizamos una conferencia autobiográfica que con sumo detalle Luis nos ofreció sobre su obra. Aquí también ya estaba nítido lo que estábamos por ver en su filme siguiente: la memoria y la supervivencia. 2016: nos vemos de nuevo en FICVIÑA, esta vez sí para ver Todo comenzó por el fin. Lo entrevisto una vez más en este mismo medio. Todos quedamos impactados con este trabajo: una verdadera summa de archivo donde Ospina se abre completamente desde su biografía a nosotros: sus comienzos, la historia del grupo Cali, el cine, su enfermedad.... Todo comenzó por el fin nos confirmaba el aspecto superviviente de Ospina y la auto comprensión que él era el último de su tribu. Con humor, humildad, deseo de diálogo nos daba esta ofrenda cinéfila para no olvidar el goce y el exceso de vida que hay detrás del cine. El primer año – 2015- con Ospina vamos a conocer el archivo de Ruiz-Sarmiento que Bruno Cuneo armó en la escuela de arte UV. ¿Los objetivos de Luis? Simplemente dejar una copia en buen estado de Capítulo 66.

Sigo con la cronología: 2016, me invita personalmente a Cali al festival que con tanto cariño programaba. Son días de conversación, cine, fiesta, con Ospina de anfitrión. Después de ello, evidente, quedamos siempre en contacto.

2017: conferencia de Luis Ospina en Viña del Mar, un coloquio de tres días organizado por Marc Berdet donde estamos invitados junto a Olivier Hadouchi a comentar su obra. Esta vez, se trata de una actividad académica, donde Luis no se siente del todo cómodo. Tiendo a pensar que me invita él mismo a participar a modo de tener una mirada cinéfila y más próxima. Tengo el recuerdo de su infinita curiosidad, y mucho humor negro, particularmente con los chistes sobre sí mismo y su enfermedad. Lo veo una vez más ese año en el congreso Visible Evidence en Buenos Aires. Luego, no lo veo más.

2019: termino mi tesis doctoral. Recupero la entrevista de 2014 pero también uno de los conversatorios/homenaje a AP que realizamos con Berdet y Hadouchi en Viña, los que integro en mi tesis. Escribo el capítulo sobre Agarrando pueblo y el grupo Cali. Le escribo para contarle, me responde que le envíe la tesis y el material para editarlo. Queda presente pero nunca lo hago. 12 de septiembre: defiendo mi tesis. 27 de septiembre: mi cumpleaños 41 y la noticia de su deceso.

***

En pocos años, Ospina había acelerado sus encuentros, viajes y homenajes: mucha gente compartió con él estos últimos años. Todo comenzó por el fin en muchos aspectos era un filme premonitorio, tanto así que en la última semana había publicado con un tono de humor negro que sentía vivir un remake de su filme. Era también su testimonio. Todo lo que tenía para decir sobre sí mismo estaba ahí, un verdadero documento epocal que queda para la memoria de las futuras generaciones.

Creo que todas las conversaciones que pude tener con él estuvieron teñidas por la presencia de Ruiz, alguien de quien siempre tuvo cosas amables y generosas para decir. Ruiz, como Caicedo o Mayolo eran presencias que lo acompañaban más o menos siempre, espectros que lo circundaban y a los que permanecía siempre fiel.

Pues, nada hay más claro en su generoso gesto: archivos de vida que Ospina, el memorioso de la tribu, decidía guardar y atesorar para dar cuenta de un radical instinto de superviviente que miraba en su entorno como se acumulaban las ruinas de la historia. Pero también como los jóvenes se armaban a su manera para enfrentar el futuro o como la política iba definitivamente al desastre.

Todo esto que digo lo balbuceo en un word, mientras voy concluyendo que todo aquí comienza por el fin. Y esto es tan obvio como que con o sin enfermedad, siempre y en cada encuentro con don Luis nos estuvimos despidiendo.