La directiva (3): Política amateur en vías de extinción

Los limites que dividen a la política entre el servicio y el poder son muy finos. Una forma de utopía es el pensamiento que el servicio a un determinado colectivo de personas es el gran motor del político que decide incursionar en dirigir tal grupo, y aunque la utopía se cumpla en muy contados casos el ejercicio del poder está siempre presente en diferentes escalas y planos, el más grande al manejar un país y en pequeña escala dirigiendo una junta vecinal. Si la idea es no alejarse mucho de ese plano pequeño, el dirigente de algún deporte amateur es el punto intermedio antes de llegar al político profesional: sin mucho dinero a manejar, sin mucha gente a cargo, el dirigente se limita a tratar de mantener en orden un grupo de gente que, a pesar de su limitado número, es muy apasionada por lo que hace. ¿Donde radica el poder en estos cargos menores? En la mayoría de los casos se basa en la sobrevivencia, en evitar que el ejercicio de ese grupo no desparezca, que se renueve y que se adapte a los constantes cambios de la sociedad.

La idea de la pasión por el arbitraje amateur parece difícil de ser entendida en su totalidad, si bien la recompensa que da el hecho de ser autoridad (en cualquier instancia), parece no compensar totalmente ser el personaje más insultado del juego en el caso de una actuación normal o mala, y el caso de la actuación perfecta está relacionada con haber pasado desapercibido durante el encuentro: ser invisible es el arbitraje perfecto. Entonces, ¿qué motiva a alguien a dedicarse a una labor que parece ser tan ingrata? La visión de Lorena Giachino tal vez no aclara el motor de ser arbitro como tal, ya que se mantiene alejada de las canchas, pero sí ayuda a mostrar todos el trabajo y sacrificios que dirigentes y árbitros deben realizar en pos de mantenerse vigentes, desde los constantes cursos ya sea como alumno o profesor o atravesar 1336 kms para deliberar sobre el rumbo de la federación. La directiva es un retrato de la humanidad detrás de aquello que es el concepto amplio de política, alejado de las grandes cifras y malas prácticas del fútbol y política profesional, donde, a pesar de disputas internas que puedan existir, estas se olvidan rápidamente entre compañeros de un largo camino compartido.

La extraña percepción que se siente a la hora de filmar a dirigentes deportivos es la de una constante impostación, una suerte de teatro continuo debido a que todo lo que dicen tiene una especie de exageración, un lenguaje en vía de extinción con un formalismo que se relaja un poco en la intimidad, pero que mantiene una especie de tono solemne que posiblemente parte del hecho de ser una autoridad deportiva la cual debe evitar exabruptos frente a las constantes provocaciones dentro y fuera de la cancha.

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Hay un interesante diálogo del film de Giachino con otra película dirigida también por una mujer, La once de Maite Alberti. Ambas comparten un tratado sobre el comportamiento de personas de la tercera edad, o que están cerca de ella, y si bien los hombres de La directiva son un tanto menores que las ancianas de La once, hay rasgos comunes entre ellos como la importancia del rito de las comidas, que en el caso de los dirigentes deportivos se concentra en los desayunos y almuerzos, los cuales posiblemente no tienen un ceremonial tan riguroso como el de aquellas señoras, pero que muestran los pequeños detalles de estas comidas, la importancia de la compañía y esa idea de que lo primero que se hace al recibir a un invitado es proveerle de algún alimento, en especial frente al cansancio del recorrido de largas distancias, que en el caso de La directiva se acentúa debido al pluri-regionalismo de los invitados que van llegando de distintas partes del país.

Retomando la relación con la política, aunque el film se concentra en la presidencia de Don José Castro, hay un retrato preciso de las transiciones de mando de una directiva a otra, que es un espejo de las transiciones políticas a cualquier escala. Don José toma una federación alicaída, con ambientes que están alejados de la decencia y su periodo trata de ordenar y recuperar la sede, buscar el orden, compaginando con su otro objetivo, que es formar nuevos árbitros y evitar que la profesión desaparezca. Pero los avances parecen palidecer frente al sucesor de Don José, que como él mismo dice, es un hombre de pocas palabras, que busca ante todo el pragmatismo y que al parecer logra su cometido (como se ve en pequeños fragmentos al final del film). La idea de un supuesto pragmatismo frente al gran carisma y humanidad de Don José parecen ser un espejo de la política, donde la derecha se proclama como el pragmatismo frente a lo que plantean que es una izquierda basada más en discursos que en acciones reales.

Más allá de que esto sea una interpretación demasiado extrapolada, en todos los casos hay un notorio objetivo principal de dirigentes, grandes o chicos, relacionado con qué es el legado, qué es lo que deja cada persona y cómo la historia lo juzgará y recordará. El legado como única forma de inmortalizarse y el convencimiento de Don José de que todo lo que ha hecho ha salvado a una federación en naufragio; su pequeño o gran aporte quedará plasmado en la cámara de Giachino y el cine permitirá que su pasión sea analizada por muchos años.

Nota comentarista: 7.5/10

La directiva. Dirección: Lorena Giachino. Guión: Lorena Giachino. Producción: Paola Castillo. Fotografía: Pablo Valdés, Eduardo Cruz Coke. Montaje: Javiera Velozo, Lorena Giachino. Música: Camilo Salinas. Sonido: Roberto Espinoza. País: Chile. Año: 2017. Duración: 70 min.