Allende mi abuelo Allende (Marcia Tambutti Allende, 2015)

Así como los Buendía, parece haber familias condenadas a años y años de soledades y sufrimientos. Hay dolores que causan tales fisuras, traumas que conllevan tamaños pesares que ni el paso del tiempo es capaz de aplacar. La Dictadura Militar chilena causó muchas escisiones de este tipo en una gran cantidad de familias, tanto de políticos y dirigentes o de ciudadanos anónimos e incluso imparciales, familias que hasta hoy no encuentran consuelo. Los años se han encargado de levantar muchos rostros de quienes murieron a causa del Golpe de Estado, hacer presente la falta de justicia, mantener viva su memoria a pesar de la amargura que genera.

El caso del presidente Salvador Allende se vuelve particular porque, pese a la magnitud de su figura, la repercusión mundial por su muerte y la perpetuidad de su imagen como símbolo, pareciera haber en parte de su descendencia un silencio rotundo respecto a su recuerdo, cuyo peso aparenta ser a veces inexpresable. A partir de esta premisa se construye el documental Allende mi abuelo Allende, dirigido por la nieta del presidente Marcia Tambutti, quien motivada por una personal e inquietante ignorancia en torno a su abuelo, busca conocerlo mediante archivos y entrevistas con su familia más cercana. El título del film hace alusión a ir más allá de Allende como personalidad pública, la por todos conocida, y adentrarse en una dimensión personal e íntima, precisamente la que le ha sido negada a la documentalista por su familia, que constantemente esquiva rememorar.

El resultado es un documental genuino y honesto, emotivo en la reconstrucción de un hombre cuyo programa suele recordarse principalmente por su obliteración. El contraste entre la historia abierta y masiva y algunos aspectos más reservados de su persona, hace de esta película, premiada en el Festival de Cannes hace algunos meses, un ejercicio bio-cinematográfico profundo e interesante, que además permite debatir a partir de sus formas y recursos.

La principal fuente de información es el material de archivo, que al mismo tiempo refleja la paradoja fundamental: existen toneladas de fotografías pero la familia decide no verlas, no hablar de ellas, mantenerlas ocultas en una maleta bien al fondo de algún ropero. La riqueza de este material se vuelve evidente, y ya hay un gesto potente en su visionado: mediante imágenes de Allende en su casa en Algarrobo, navegando en velero, con amigos en la casa de Guardia Vieja o en escenas privadas con sus hijas y nietas, comenzamos a imaginar cómo fue este sujeto en carne y hueso. La narración intenta evitar mitologías e idealizaciones, cosa tal vez imposible cumplir del todo, ya que por seco que parezca el recuerdo, algo estará cargado de ilusionismos debido al paso del tiempo.

La directora entrevista a gran parte de su familia cercana: su ya anciana abuela Tencha, su madre (la senadora Isabel Allende), su tía Carmen Paz y algunos de sus primos. A este núcleo se le suman amigos y colaboradores del presidente, lo que termina por cerrar un círculo de discursos sobre su figura, en pos darle forma terrena a su concepto. El mecanismo de la entrevista hace patente el conflicto que empuja el relato hacia adelante. En las conversaciones que tiene la directora con su familia, se evidencia que con el peso del trauma, si bien no se incita al olvido, tampoco se disfruta del recuerdo. Y motivos no faltan, entre destierros y suicidios, la tragedia es agobiante y se opta por su entierro. El viaje entonces, es un viaje de apertura, de develamiento, observar las fotos, discutir las anécdotas, revelar las infidelidades. Así, no solamente Marcia vive un proceso de descubrimiento, sino que su familia también.

El documental no elude ningún tema, por complejo y áspero que sea, otorgando miradas y enfoques en torno al suicidio de Tati, la tercera hija del presidente, o la relación de Allende con Payita, tratado también desde la intimidad de unas fotografías en la casa de Cañaveral. Dicho todo esto, los procedimientos utilizados por el documental pueden despertar una reflexión en torno al lugar actual que ocupa el cine en el rescate del pasado histórico, especialmente el de índole traumática. La cruzada por la memoria requiere de valentía y abnegación, pero eso no la vuelve necesariamente imperativa. Aquí, la puesta en escena le confía al registro documental la capacidad de abrir lo herméticamente clausurado y las entrevistas se disponen con una insistencia que permite preguntarse si el entrevistado acaso no tiene el legítimo derecho de guardar silencio.

ALLENDE2

El documental nos muestra que algunos familiares del presidente Allende no se sienten cómodos recordando, pero pareciera que esa incomodidad debe subyugarse en aras de un fin determinado, llámese reconciliación, mutuo acercamiento o la verdad. Esto tiene una faceta particular en el caso de las diversas secuencias con Tencha, donde el conflicto que estructura el relato, el paso de la negación a la apertura, acusa en ella una fatiga a ratos un tanto angustiante. Esto no quiere decir que haya sido filmada en contra de su voluntad o algo parecido, solamente abre la pregunta por la pertinencia de insistir en su testimonio, pregunta que puede extrapolarse a otras películas documentales en Chile, donde se deposita en la cámara una confianza de reparación que, de cuando en vez, se siente forzada.

Da la sensación de que en el mundo de hoy todo es filmable, que el registro aguanta cualquier cosa y ya no quedan indecibles. En la promiscuidad del acceso y producción de imágenes característica de nuestro tiempo, tal vez el gesto más potente no es el que quiere mostrar, a toda costa, sino que aquel que restituye la elocuencia del silencio, que encuentra la fuerza en lo velado. No se trata de suspender la búsqueda, sino que preguntarse por la elasticidad de sus límites

Lo anterior no le quita fundamento a Allende mi abuelo Allende, ni mucho menos le resta sinceridad a su propuesta, la que se observa como un nítido ejemplo de las consecuencias que tienen tragedias de esta clase en quienes le sobreviven al fallecido. Lo que no hay que dejar de lado es que tal como ésta existen centenares de familias que padecen la ausencia de quienes lucharon por una sociedad más igualitaria. En este sentido, nunca sobrarán documentales que trabajen en estas coordenadas, que se encaminen en la justa dirección de brindarles a estas familias una segunda oportunidad sobre la tierra.

 

Nota comentarista: 7/10 // Allende mi abuelo Allende. Director: Marcia Tambutti. Guión: Marcia Tambutti, Paola Castillo, Bruni Burres, Valeria Vargas. Fotografía: David Bravo, Eduardo Cruz Coke. Montaje: M. Teresa Viera-Gallo, Coti Donoso. Duración: 90 minutos. País: Chile-México. Año: 2015.