Locke & Key: Encontrar las llaves adecuadas

Locke & Key, donde una familia se ve envuelta en un crudo y asombroso conflicto entre este y el otro lado de la puerta, representa un ejemplar caso de cuento de hadas contemporáneo. La saga de novelas gráficas creada por Joe Hill y Gabriel Rodríguez, que llegó luego de un largo periplo a transformarse en serie de televisión producida por Netflix, tuvo su estreno a inicios de febrero, y con altibajos, reabre la siempre interesante conversación sobre las adaptaciones, sus oportunidades y desventajas.

El famoso escritor y filólogo J.R.R. Tolkien reflexionó en más de una oportunidad en torno al carácter de los “cuentos de hadas”, aquellas historias que transcurren en el mítico país de Fantasía, allí donde moran criaturas fabulosas, gobiernan extraños poderes y la naturaleza se demuestra grandiosa y formidable. Los cuentos de hadas propiamente dichos, según el autor de El Señor de los Anillos, son aquellos en que los seres humanos se ven afectados por el contacto con esos componentes mágicos, adentrándose en su reino, o bien cuando se detienen en el umbral, ora maravillados, ora horrorizados por lo que acontece al otro lado y que los conmueve. Bajo este marco de referencia, Locke & Key, donde una familia se ve envuelta en un crudo y asombroso conflicto entre este y el otro lado de la puerta, representa un ejemplar caso de cuento de hadas contemporáneo. La saga de novelas gráficas creada por Joe Hill y Gabriel Rodríguez, que llegó luego de un largo periplo a transformarse en serie de televisión producida por Netflix, tuvo su estreno a inicios de febrero, y con altibajos, reabre la siempre interesante conversación sobre las adaptaciones, sus oportunidades y desventajas.

Locke & Key cuenta la historia de la familia Locke, quienes luego del escabroso asesinato del padre, Rendell (Bill Heck), deciden mudarse al pueblo natal de este, Matheson, Massachusetts. La madre, Nina (Darby Stanchfield), lleva a sus tres hijos, Tyler (Connor Jessup), Kinsey (Emilia Jones) y Bode (Jackson Robert Scott), donde han heredado una gigantesca mansión, Keyhouse, a las afueras del pueblo. La historia gira en torno a los jóvenes, quienes no solo deben lidiar con el duelo, la mudanza y las dificultades de la niñez y la adolescencia, sino que también con extraños fenómenos que comienzan a rondar la casa, activados por una serie de peculiares llaves, las que contienen poderes mágicos, como atraparte dentro de un espejo o abrir un portal hacia el interior de tu mente. Pronto nos enteramos que la muerte de Rendell está atada a estas misteriosas llaves y a los secretos que oculta Keyhouse, en tanto que la presencia de un ignominioso eco conocido como Dodge (Laysla De Olivera), nada más que la manifestación reminiscente de una antigua maldad, comienza a mover sus hilos para recuperar su poder y salir de la prisión en la que ha sido confinado, un pozo a un costado de la gran casa.

Esta primera temporada avanza con el constante descubrimiento de más llaves, las que van abriendo puertas hacia el pasado y el entendimiento de las infidencias familiares, a la vez que van preparando el terreno para una lucha sin cuartel por el domino y el control de las cerraduras. El ritmo es entretenido y a ratos atrapante, pero la información también es mucha, y cuesta sopesarla en la medida que no ofrece respiro. Si se pudiera hacer una homologación, el cómic marcha de manera más contenida, y en el primer tomo de la saga se cuenta mucho menos. Es como si la televisión exigiese demostrar constantemente rasgos de interés, valores de producción que aseguren que no nos vamos a aburrir. De todas formas, equiparar los volúmenes de la novela gráfica a potenciales temporadas no es posible, ya que el tiempo de la historia es muy particular, casi imposible de asimilar a una serie.

Toda traducción conlleva una pérdida, y resulta inoficioso descansar solamente en ese hecho. Vale más la pena pensar qué rendimientos específicos surgieron de la adaptación y poner el acento en las deudas que generó dicho traspaso. El tono de la obra cambia, bajándole uno o dos puntos al componente de horror y violencia explícita presente en el cómic. Pero es urgente entender que ese paso debe matizarse; no depende solo si se apunta a una audiencia más masiva o menos adulta, sino que hay que tomar en consideración que la verosimilitud en uno y otro formato son disímiles, y llevar a la pantalla literalmente ciertos elementos del original habrían tenido, para el código audiovisual, un resultado mucho más grueso.

El nombre del pueblo donde se asienta el relato fue modificado también. Pasamos de Lovecraft a Matheson, en Nueva Ingalterra, de H.P. a Richard, por decirlo de algún modo. Y no es que el autor de Soy Leyenda no merezca el homenaje que los realizadores hicieron, pero la modificación hace patente ese giro, alejándose de la demencia lovecraftiana que hace tan particular e inquietante la historia de base. Por otro lado, la participación de Joe Hill en la adaptación se hace patente, en la medida que son evidentes cómo las alteraciones para el formato televisivo buscaron responder a ciertas premisas originales. Las más notables son las soluciones que en el dibujo son más admisibles -un personaje que pasa de ser mujer a hombre con el poder de una llave, por ejemplo- pero definitivamente más complicadas en la imagen en movimiento, y que aquí están resueltas de manera elegante.

El diseño de producción toma mucho del arte de Gabriel Rodríguez, lo que se agradece. Uno de los puntos fundamentales está en las llaves, las que no solo mantienen el diseño original, sino que tienen un peso material que se siente, que aporta gravedad, que hace tangible la adaptación. Sin embargo, una de las áreas que queda coja tiene que ver con el manejo del lenguaje audiovisual, donde no se percibe una identidad o propuesta clara en la materia. El lenguaje cinematográfico y el del cómic comparten muchos elementos, varios de los cuales provienen a su vez de la pintura. Las nociones de montaje y fuera de cuadro -o fuera de página- también son relevantes en ambos frentes.

Uno de los contrastes más interesantes se da en el manejo del tiempo. Mientras en el audiovisual el espectador está obligado a seguir el ritmo impuesto por el montaje, en el cómic el lector puede detenerse, volver atrás, manejar más a su disposición el vínculo con el tiempo y las imágenes. Hago mención a estos elementos pues en Locke & Key hay un manejo muy interesante de la progresión dramática, el tiempo interno de las escenas, el uso de flashbacks, entre otros. Se trata de un tiempo a ratos muy cinematográfico, donde se sugiere una densidad afectiva en la espera, en la quietud, y por cierto, en su antítesis, las páginas cargadas de dinamismo y acción. La serie corre por un carril distinto en términos de manejo de planos y montaje, y a entendidas que debe apelar a terrenos más neutros, es una de las faltas que más se hace patente.

En definitiva, el relato avanza sin contratiempos, a ratos demasiado rápido, resolviendo los conflictos que los personajes abren casi de inmediato. Los 10 capítulos completan un arco bastante cerrado en sí mismo, donde pareciera que la serie podría terminar aquí, sin dejar grandes cabos sueltos. Pareciera que la casa productora no quisiera arriesgar demasiado, y en caso de ser necesario, asegurar un contenido cabal y sin agujeros. Esto se ve reflejado en el séptimo capítulo, “Dissection”. El peligroso regreso de quien originó los pesares en la familia Locke y su climático desenlace, funcionaban como cierre de temporada. No obstante, en los tres capítulos subsecuentes se presentan aceleradamente nuevas subtramas, que llevan a una conclusión sin duda menos épica, por lo apurado de su presentación. Este peligro es, además, la gran amenaza que se percibe en la temporada, ya que Dodge nunca se logra posicionar de manera tan contundente como la verdadera antagonista.

Tal estrategia a velocidad crucero es entendible para estos tiempos, pero sin duda mezquina para una historia cuyo material original da suficiente para una tirada más larga, y sería una lástima que solo se quedara en el primer esfuerzo. Tolkien decía que podía ser peligroso para el ser humano deambular demasiado por el reino de los cuentos de hadas, no vaya a ser que se cerraran las puertas y desaparezcan las llaves. Afortunadamente, esta historia tiene la posibilidad de crear unas nuevas. Solo el tiempo dirá si fueron las llaves correctas.

 

Título original: Locke & Key. Creadores: Carlton Cuse, Meredith Averill, Aron Eli Coleite. Reparto: Darby Stanchfield, Connor Jessup, Emilia Jones, Jackson Robert Scott, Laysla De Oliveira, Petrice Jones, Griffin Gluck. Temporadas: 1. Episodios: 10. País: Estados Unidos. Año: 2020. Distribuición: Netflix.