Algunas Series (4): The Handmaid´s Tale
En un universo sediento de productos maratoneables, The Handmaid´s Tale es de esas series a las que no puedes dejar de mirar pero que te obligan a cerrar los ojos de tanto en tanto. La aplaudida adaptación de la novela de Margaret Atwood -cuya segunda temporada ya está en proceso de escritura de guión- llega en el momento preciso para entregar con fuerza su mensaje.
La primera temporada se apega al contenido de la novela, y como en esta, deja un final lleno de posibilidades inciertas que hallarán respuesta en las entregas siguientes. Lo que vemos es la estadía de June/Offred (Elisabeth Moss) en la casa de los Waterford, donde cumple con su deber como criada y espera ser fecundada por el patrón. Esa es la realidad en Gilead, un estado refundado a la fuerza, que centra sus esfuerzos en la fabricación de nuevas vidas a través de una rígida estructura de procreación en la que mujeres son forzadas sexualmente para concebir hijos que luego les serán arrebatados. Todo en virtud de revertir los problemas de fertilidad del mundo (y algo sobre el cambio climático).
Por su premisa, la serie goza del privilegio de la contingencia de su mensaje. Pero es el trabajo creativo detrás de la adaptación en que termina por situar a The Handmaid´s Tale, especialmente la foto de Colin Watkinson (bajo la dirección de Reed Morano), como una de las mejores nuevas series de lo que va del año. Así, la identidad visual de esta producción de Hulu potencia la poderosa crítica de Atwood hacia la fragilidad de las democracias, la vulneración de los derechos humanos y la inminente deshumanización.
Primero, se establecen claras diferencias formales entre el presente y el pasado más inmediato. La realidad contingente de Offred (que más que un nombre es una etiqueta que designa pertenencia: June) es rígida y asfixiante, y por consecuencia, es retratada a través de una cámara casi inmóvil que continuamente se posa sobre su rostro tratando de evidenciar los pequeños gestos que son el único vestigio de su vida interior. El primer plano funciona aquí como un examen para develar aquello que June no puede decirnos, y sin embargo, dicha cercanía se siente como una violación más a esa intimidad que le es prohibida.
Por otro lado, el trabajo de la luz en interiores, que privilegia el flare y las texturas, exacerba la sensación de encierro al contraponer la violenta irrupción de los rayos de sol a través de la oscuridad de la casa de Waterford. Recordándonos que, por muy apremiante que resulte el adentro, no puede permanecer por siempre ajeno a lo que ocurre por fuera. Los exteriores son más planos, evidenciando esa homogeneidad forzada de una sociedad que parece poner todo su empeño en aplastar la diferencia, porque ofende; y en medio de la cual las capuchas rojas de las criadas aparecen como un violento acento visual que nos recuerda lo esencial de su propósito y que es también la razón de su sometimiento.
A esto se le suma la importancia del fuera de campo en el espacio del ahora. Lo que ocurre en off contribuye al terror de sentirnos observados, de saber que nunca estamos completamente solos, permitiéndonos empatizar con el miedo paralizante que sufre June, y al mismo tiempo, induce esa sensación de desorientación, haciendo aparecer un espacio muchísimo más grande que el que vemos y podemos llegar a comprender.
El antiguo orden aparece a través de flashbacks, recuerdos en los que June se conecta con la mujer que es y el país que le dio la espalda. Estos episodios nos entregan luces de qué fue lo que pasó para que la tierra de la libertad se convirtiera en esta dictadura esclavista cuyo régimen se basa en la explotación brutal de un sector al que se le tiene viviendo en condiciones más que precarias (“encuentre las 10 diferencias entre ficción y realidad”). Con una cámara convulsionada e inexacta que evoca ese otro relato cinematográfico contemporáneo aterradoramente verosímil, Children of Men, el pasado se nos aparece como más real e inmediato que las ensoñaciones del presente.
La retroalimentación efectiva entre lo que se cuenta y el cómo se cuenta convierte a The Handmaid´s Tale en una serie difícil de sacudirse y de olvidar con la siguiente maratón de fin de semana. Sobre todo por su capacidad para obligarnos a hacer preguntas como ¿qué tan lejos estamos del surgimiento de una Gilead? O peor, en un contexto de absoluta instrumentalización, donde la procreación es cuestión de Estado y el cuerpo-utensilio de la mujer administrado con celoso rigor, ¿qué modos de conquistar la emancipación nos quedan?
La serie no ofrece respuestas claras, pero sí sugiere algunas de las implicaciones en ambos casos. Primero, establece la peligrosidad de nuestro desinterés político al vincularlo con la incapacidad de reconocer potenciales golpes de estado. La desinformación en la que vive June le impide detectar en la vocación absolutista del cristianismo, el oportunismo que amenaza con destruir rápidamente todo. Su gran pecado es darse cuenta demasiado tarde, cuando la única resistencia posible demanda sacrificios de sangre.
Al mismo tiempo, la severidad de los castigos, la frecuencia de las vejaciones y el casi nulo espacio para la asociación dificultan el surgimiento de un espíritu de resistencia. Y la única forma de ejecutar un daño real que deslegitime un orden avalado incluso por la comunidad internacional (quienes a menudo ceden a los beneficios utilitarios deseosos de hacer la vista gorda al atropello a la dignidad humana), es tomar control sobre su bien más preciado, los niños. Sugiriendo la importancia de esa otra figura femenina condenada por su perversidad, Medea, porque en un mundo en que la vida no vale nada, de niños concebidos a la fuerza y cuyo destino es perpetuar la esclavitud, corresponde preguntarse: ¿es mejor acaso vivir como esclavo que morir siendo libre?
Geraldy Cañete
Título original: The Handmaid´s Tale. Año: 2017. País: Estados Unidos. Temporadas: 1. Episodios: 10 . Canal: Hulu. Creador: Bruce Miller. Directores: Reed Morano, Mike Barker, Kate Dennis, Floria Sigismondi, Kari Skogland. Fotografía: Colin Watkinson. Reparto: Elisabeth Moss, Joseph Fiennes, Max Minghella, Yvonne Strahovski, Alexis Bledel, Jordana Blake, O-T. Fagbenle, Samira Wiley, Amanda Brugel.